martes, 22 de noviembre de 2016

Amor y felicidad

La conquista de la felicidad y el encontrarse con un gran amor, han sido, y serán muy seguramente, uno de los objetivos más o menos confeso de gran parte de la humanidad. Sobre estos tópicos se ha hablado mucho, pero, lamentablemente, no se ha correspondido al menos en un 10% del dicho al hecho.

El tópico amor y felicidad es sin dudas uno de los que más se ha trabajado, desde la filosofía y la reflexión, a la poesía, y las diversas formas literarias desde inicio de los tiempos; sin embargo, parece que aún no aprendimos la lección que nos impone un refrán popular: a las palabras se las lleva el viento.

Hay personas que afirman con total orgullo no creer ni en el amor ni en la felicidad; dejando de lado el pobre objeto de vanagloria que insume esta declaración, no podemos menos que no creerles del todo. En realidad deberían decir: no creemos en el amor a otro, ni en otra felicidad distinta al inmenso goce que nos representa reducir al universo posible a las inmediaciones de nuestro ombligo. 

Muchas veces uno cree que el amor es la clave de la felicidad; en otras ocasiones uno cree que es la felicidad la clave del amor. Incluso hay personas que discuten ordenándose en favor de una formulación u otra, tal y como si no se entendiera que respecto del amor y la felicidad no cabe ni fórmula ni clave alguna.

El amor de los escépticos del amor, es como la felicidad del racionalista en exceso: su pobreza reside en el poco interés que se pone en amar y en ser feliz; y en la sobrecompensación de esta actitud, mediante un exceso de argumentos lógicos dispuestos para obstaculizar el paso del amor y la adquisición de la felicidad.

Lo más terrible que una persona que declara “que jamás se ha enamorado”; es que no se cerciore de que aquel que lo escuche, intuya la verdad.

Muchos se pasan la vida clasificando y rotulando las relaciones que establecen en una gradación más o menos sistemática, en función del tipo de relación, pero lo más raro no es eso; lo que verdaderamente sorprende es que tras ese ejercicio macabro, aún les quede, tiempo y ánimo para amar.

¡La felicidad no existe! –Gritan algunos, tal y como si uno precisara de que mostraran tan al desnudo, la miseria que invade su ser.

La felicidad es un momento, sea. La vida también.
Según se dice enamorarse es apartarse de la realidad, exagerando las cualidades de aquel que es objeto de nuestro amor; sin embargo ¿hay algo más real, en la vida de cualquiera que ese instante en el que nos apartamos de la realidad exterior, para darle un lugar, en nuestra realidad íntima a la persona que amamos?

Desconozco a su autor

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